Antonio Ghislieri nació en Bosco (localidad entonces dependiente del Ducado de Milán y hoy perteneciente a la provincia piamontesa de Alessandria), el 17 de enero de 1504, siéndole impuesto en el bautismo el nombre del santo del día: san Antonio, abad e iniciador de la vida cenobítica. Hijo de Paolo Ghislieri y Domenica Augeria, su familia paterna era originaria de Bolonia y descendía de estirpe senatorial, pero había caído en decadencia hasta el punto que se dice que el padre del futuro papa se dedicaba al pastoreo de ovejas (patre opilione). Ello no fue óbice para que a los catorce años postulara a la Orden de Predicadores, en cuyo convento de Voghera fue admitido a sus catorce años gracias a su inteligencia, su seriedad y su rectitud de costumbres, notables en una época en que la juventud se daba fácilmente a la disipación y la conducta de muchs clérigos dejaba mucho que desear. Recordemos que es ésta la época de la rebelión de Martín Lutero contra Roma. Como dominico, el joven fraile tomó el nombre de Michele, presagio quizás de la intrepidez que iba a desplegar en la defensa de la Iglesia y de la Cristiandad, combatiendo a herejes e infieles. En 1519 emitió los votos solemnes en Vigevano, continuando su formación intelectual en la Universidad de Bolonia.
Ordenado sacerdote en Génova en 1528, fue durante dieciséis años profesor de teología en Pavía. También se desempeñó como maestro de novicios y prior de algunos conventos dominicos, en los que anticipó las reformas que habría de poner en práctica como pontífice. Pero no sólo en el ámbito disciplinario destacó como partidario de la severidad; también en el doctrinal (de lo que había ya dado pruebas en sus años de aprendizaje al sostener en Parma públicamente treinta proposiciones contra los herejes y en defensa de la Sede Apostólica): pidió y obtuvo el cargo de inquisidor de Como y Bérgamo. El norte de Lombardía, en efecto, era un campo peligrosamente propicio a la expansión de la herejía protestante por su proximidad y estrechas comunicaciones con el Imperio (en el que había prendido la rebelión de Lutero como fuego en estopa). Fue tal su celo en la defensa de la ortodoxia que el papa Julio III lo nombró comisario general de la Inquisición Romana por recomendación del cardenal Gian Pietro Caraffa. Convertido éste en papa con el nombre de Pablo IV (retrato), preconizó a fray Michele Ghislieri obispo de Sutri y Nepi el 4 de septiembre de 1556. El 14, en la festividad de la Exaltación de la Cruz, el celoso dominico recibía la consagración episcopal en la Capilla Sixtina, de manos del cardenal Giovanni Michele Saraceni, asistido por los obispos Giovanni Beraldo de Telese y Nicola Majorano de Molfetta.
Ordenado sacerdote en Génova en 1528, fue durante dieciséis años profesor de teología en Pavía. También se desempeñó como maestro de novicios y prior de algunos conventos dominicos, en los que anticipó las reformas que habría de poner en práctica como pontífice. Pero no sólo en el ámbito disciplinario destacó como partidario de la severidad; también en el doctrinal (de lo que había ya dado pruebas en sus años de aprendizaje al sostener en Parma públicamente treinta proposiciones contra los herejes y en defensa de la Sede Apostólica): pidió y obtuvo el cargo de inquisidor de Como y Bérgamo. El norte de Lombardía, en efecto, era un campo peligrosamente propicio a la expansión de la herejía protestante por su proximidad y estrechas comunicaciones con el Imperio (en el que había prendido la rebelión de Lutero como fuego en estopa). Fue tal su celo en la defensa de la ortodoxia que el papa Julio III lo nombró comisario general de la Inquisición Romana por recomendación del cardenal Gian Pietro Caraffa. Convertido éste en papa con el nombre de Pablo IV (retrato), preconizó a fray Michele Ghislieri obispo de Sutri y Nepi el 4 de septiembre de 1556. El 14, en la festividad de la Exaltación de la Cruz, el celoso dominico recibía la consagración episcopal en la Capilla Sixtina, de manos del cardenal Giovanni Michele Saraceni, asistido por los obispos Giovanni Beraldo de Telese y Nicola Majorano de Molfetta.
Disputa teológica durante el Concilio de Trento (1545-1563)
Contemporáneamente al gobierno pastoral Pablo IV le confió también la Inquisición de Milán y Lombardía. El aprecio que le tenía el Romano Pontífice se hizo patente cuando lo creó cardenal del orden presbiteral en el consistorio del 15 de marzo de 1557, entregándole el rojo capelo y asignándole el título de Santa María sopra Minerva (hermosa iglesia gótica de los dominicos) nueve días más tarde. Al año siguiente, el cardenal Ghislieri era nombrado Gran Inquisidor. En 1559, a la muerte de su benefactor el papa Caraffa, participó en el cónclave que eligió a Giovanni Angelo de Médicis (que, a pesar de su apellido, no pertenecía a la dinastía florentina, sino a una familia del patriciado milanés). El nuevo papa tomó el nombre de Pío IV y uno de sus primeros actos fue crear cardenales a dos de sus sobrinos (consistorio de 31 de enero de 1560), lo que le valió el ser considerado favorecedor del nepotismo y le enfrentó con los espíritus reformistas de la época (recordemos que el Concilio de Trento se encontraba ya muy avanzado y en sus fases finales), uno de los cuales era el cardenal Alejandrino (como era conocido Ghislieri a causa de su patria). En descargo del pontífice hay que decir que, al menos por lo que respecta a uno de sus nepotes, la promoción a la sagrada púrpura fue afortunada, ya que se trataba nada menos que de Carlos Borromeo, hijo de su hermana Margherita.
El 17 de marzo de 1560 fue trasladado el cardenal dominico a la sede de Mondovì en el Piamonte. De esta manera alejaba de Roma Pío IV (retrato) a aquel en quien veía un incómodo opositor, que se mantenía fiel a los Caraffa, familiares de Pablo IV. Ello no impidió que se opusiera eficazmente a la pretensión del Papa de crear cardenal a un adolescente: Fernando de Médicis, hijo del Gran Duque de Toscana, que hubo de esperar a tener la mayoría de edad (fijada entonces en catorce años para los príncipes). Gobernó su nueva diócesis de acuerdo con el espíritu del concilio ecuménico, lo que le valió más de un disgusto con el duque de Saboya, a quien no quería permitir la conculcación de los derechos de la Iglesia. En uno de esos conflictos salió en defensa de la joven congregación barnabita, fundada por san Antonio María Zaccaria y una de las pioneras de la reforma tridentina. Entretanto, moría en Roma el 9 de diciembre de 1565 el papa Pío IV.
Reuniose el cónclave el 20 de diciembre sucesivo. Se daba la circunstancia que el Sacro Colegio contaba justo setenta miembros en aquel momento (aunque aún no se había fijado formalmente ese número como el máximo, cosa que haría Sixto V algunos lustros después). Sin embargo, dieciocho cardenales se hallaban ausentes, uno murió durante el cónclave y dos se pusieron enfermos y no pudieron votar. En total, pues, fueron cuarenta y nueve los purpurados que se hallaron presentes en la elección –el 7 de enero de 1566– del cardenal Alejandrino, que fue posible gracias a su buena fama y al apoyo decidido de Carlos Borromeo (retrato), el influyente nepote del papa difunto, que apreciaba sinceramente al recto dominico y veía en él al hombre capaz de llevar adelante con mano firme la reforma tridentina. Se cuenta que Michele Ghislieri, al serle comunicada formalmente su elección dijo: “Cuando me hice dominico, tuve fundadas esperanzas de salvarme; al convertirme en cardenal, me entraron las dudas; ahora que soy el Papa, casi puedo desesperar de ello” (Factus primum Dominicanus coepi de salute mea sperare; dein Cardinalis dubitare, nunc factus Papa plane desperare). Tomó el nombre de Pío V en homenaje a su predecesor, queriendo con ello mostrar que, a pesar de no haberle sido propicio, no guardaba hacia él ningún resentimiento. Fue coronado el 17 de enero, diez días después de su elección según la costumbre (y en su onomástico y genetlíaco), por el cardenal Giulio Feltrio de la Rovere, proto-diácono de San Pedro ad Vincula. Comenzaba un reinado decisivo y fecundo aunque no destinado a ser prolongado.
Reuniose el cónclave el 20 de diciembre sucesivo. Se daba la circunstancia que el Sacro Colegio contaba justo setenta miembros en aquel momento (aunque aún no se había fijado formalmente ese número como el máximo, cosa que haría Sixto V algunos lustros después). Sin embargo, dieciocho cardenales se hallaban ausentes, uno murió durante el cónclave y dos se pusieron enfermos y no pudieron votar. En total, pues, fueron cuarenta y nueve los purpurados que se hallaron presentes en la elección –el 7 de enero de 1566– del cardenal Alejandrino, que fue posible gracias a su buena fama y al apoyo decidido de Carlos Borromeo (retrato), el influyente nepote del papa difunto, que apreciaba sinceramente al recto dominico y veía en él al hombre capaz de llevar adelante con mano firme la reforma tridentina. Se cuenta que Michele Ghislieri, al serle comunicada formalmente su elección dijo: “Cuando me hice dominico, tuve fundadas esperanzas de salvarme; al convertirme en cardenal, me entraron las dudas; ahora que soy el Papa, casi puedo desesperar de ello” (Factus primum Dominicanus coepi de salute mea sperare; dein Cardinalis dubitare, nunc factus Papa plane desperare). Tomó el nombre de Pío V en homenaje a su predecesor, queriendo con ello mostrar que, a pesar de no haberle sido propicio, no guardaba hacia él ningún resentimiento. Fue coronado el 17 de enero, diez días después de su elección según la costumbre (y en su onomástico y genetlíaco), por el cardenal Giulio Feltrio de la Rovere, proto-diácono de San Pedro ad Vincula. Comenzaba un reinado decisivo y fecundo aunque no destinado a ser prolongado.
Blasón de los Ghislieri
No hay comentarios:
Publicar un comentario