Esta mañana, en Roma, ha muerto el cardenal benedictino Paul Augustin Mayer (foto), decano en edad del Sacro Colegio y que el próximo 23 de mayo iba a cumplir 99 años. Después del cardenal Alfons Maria Stickler (1910-2007), era el purpurado que más hizo por la causa de la liturgia romana clásica en los años más difíciles previos al motu proprio Summorum Pontificum, habiendo sido el primer presidente de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, cargo desde el que trabajó con sincero empeño y espíritu de comprensión y apertura hacia los fieles vinculados a dicha liturgia. El cardenal Mayer era un buen amigo de la Federación Internacional UNA VOCE, que siempre se sintió apoyada y animada por él.
Hijo de un alto oficial del ejército, nació el 23 de mayo de 1911 en Alttöting (diócersis de Passau), en el entonces reino de Baviera. Esta localidad es el centro de la devoción mariana del pueblo bávaro, ya que en ella está situada la Gnadenkapelle o Capilla de la imagen milagrosa de la Virgen Negra, una de las más importantes metas alemanas de peregrinación. El actual papa Benedicto XVI solía acudir allí para venerar a Nuestra Señora durante sus años mozos. No es de extrañar, pues, que Paul Mayer fuera un gran devoto de la Madre de Dios.
Ingresó muy joven en la Orden Benedictina, siendo admitido en la abadía de Sankt Michaels de Metten (diócesis de Ratisbona), donde profesó el 17 de mayo de 1931, tomando el nombre de Augustin, que añadió al de bautizo. Realizó sus estudios en la Facultad Teológica de Salzburgo, concluyéndolos en Roma, en el Pontificio Ateneo de San Anselmo (Anselmianum), anejo a la abadía y basílica del mismo nombre sobre el monte Aventino. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1935. Entre 1937 y 1939 fue docente en su abadía de Metten. En 1939 regresó a Roma como profesor en el Anselmianum, donde enseñó hasta 1966, siendo nombrado rector magnífico desde 1949. Entre 1957 y 1959 simultaneó su actividad académica con el cargo de visitador apostólico de los seminarios de Suiza, nombrado por el venerable Pío XII y ratificado por el beato Juan XXIII. Entre 1960 y 1962 participó activamente como secretario en la Comisión Preparatoria del Concilio Vaticano II. Más tarde sería secretario de las comisiones conciliar y postconciliar para las escuelas católicas y la formación sacerdotal.
En 1966 fue elegido abad de Sankt Michael de Metten. Recibió la bendición abacial del gran obispo de Ratisbona, Mons. Rudolf Graber (el cual fue uno de los primeros prelados en denunciar la crisis postconciliar). Fue, además, presidente de la Conferencia Abacial de Salzburgo en 1970-1971. El 8 de septiembre de 1971, el siervo de Dios Pablo VI lo nombró secretario de la Sagrada Congregación para Religiosos e Institutos Seculares, cargo que implicaba la consagración episcopal, la cual recibió el 13 de enero del año siguiente, en la Basílica de San Pedro, de manos del propio Papa, quien lo había preconizado arzobispo titular de Satrianum (provincia del Salernitano). Fueron co-consagrantes de Mons. Mayer los cardenales Bernardus Johannes Alfrink (1900-1987), arzobispo de Utrecht y primado de los Países Bajos, y William Conway (1913-1977), arzobispo de Armagh y primado de Irlanda.
El 8 de abril de 1984, el venerable Juan Pablo II lo designó como pro-prefecto de la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Sagrada Congregación para los Sacramentos. En este desempeño fue uno de los artífices del famoso “indulto de las dos Teresas” contenido en la Carta circular de la Sagrada Congregación para el Culto Divino Quattuor abhinc annos del 3 de octubre de 1984, por el cual se concedía a los obispos la facultad de permitir la celebración de la misa en el rito romano tradicional según el Misal Romano de 1962, aunque con grandes restricciones. La carta lleva justamente la firma de Mons. Mayer como pro-prefecto y de Mons. Virgilio Noè en calidad de secretario de dicha congregación. Hay que decir que en aquella época de dura proscripción de facto de la liturgia romana clásica, esta carta fue un indudable avance a pesar de sus limitaciones. Recordemos que la influencia del bugninismo era poderosísima por entonces (de hecho, la encuesta Knox de 1980 sobre la misa tradicional pretendió minimizar la cuestión y presentar a los adherentes a la liturgia clásica como un número exiguo de nostálgicos: “no es un problema de toda la Iglesia”). Mérito fue de Mons. Mayer lograr esta primera aunque tímida apertura.
El venerable Juan Pablo II lo creó cardenal diácono de San Anselmo en el Aventino (su alma máter) en el consistorio del 25 de mayo de 1985. Este año, pues, dentro de pocas semanas, habría sido su jubileo argénteo cardenalicio. El 27 de mayo del mismo año fue nombrado prefecto de la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Sagrada Congregación para los Sacramentos. Ambas fueron reunidas el 28 de junio de 1988, en virtud de la constitución apostólica Pastor Bonus, en un solo dicasterio: la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. De ésta fue Mayer cardenal prefecto tan sólo tres días, pues renunció el 1º de julio para hacerse cargo, al día siguiente, de la apenas creada Pontificia Comisión Ecclesia Dei, respuesta del papa Wojtyla a la crisis suscitada con motivo de las consagraciones episcopales sin mandato apostólico llevadas a cabo por Mons. Marcel Lefebvre en Ecône el 30 de junio.
El mandato del cardenal Mayer al frente de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei duró exactamente tres años, desde el 2 de julio de 1988 hasta el 1º de julio de 1991. Fue relativamente breve, pero durante él, entre otros logros, se erigió la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro como instituto de derecho pontificio y el Monasterio del Barroux como abadía. Fue precisamente el cardenal presidente quien confirió la bendición abacial a Dom Gérard Calvet, primer abad de Santa María Magdalena. En el campo de la liberalización de la liturgia romana clásica, el cardenal Mayer marcó hitos decisivos. Ya en 1986 había formado parte de la famosa comisión cardenalicia ad hoc reunida por el venerable Juan Pablo II para asesorarlo sobre este asunto y que dio un dictamen favorable (que sería recogido sólo en 2007 por Benedicto XVI en su motu proprio Summorum Pontificum). En una carta a la sociedad australiana Ecclesia Dei, el cardenal declaraba que ciertamente nadie tiene derecho a gozar de un privilegio (refiriéndose a los indultos de 1984 y 1988), pero una vez concedido dicho privilegio los beneficiarios tienen derecho a gozar de él. Su marcha de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei significó un radical cambio de rumbo de ésta bajo las sucesivas presidencias de los cardenales Antonio Innocenti (1991-1995) y Angelo Felici (1995-2000). Durante un decenio este dicasterio se mantendría al margen de las expectativas de los fieles por cuyos intereses debía velar, hasta el nombramiento del cardenal Darío Castrillón Hoyos, que tanto haría en lo sucesivo por la liberalización de la liturgia romana clásica y por promover nuevos institutos dedicados a ella.
El 29 de enero de 1996, optó por el orden cardenalicio de los presbíteros al ser elevada su diaconía de San Anselmo en el Aventino a título pro hac vice. Su vida una vez jubilado por edad fue de estudio y retiro, como buen benedictino que era. Desde él apoyaba a la Federación Internacional UNA VOCE. Una de sus últimas apariciones en público fue en 1998 para presidir unas vísperas pontificales en rito tradicional en la iglesia romana de Santo Spirito in Sassia con motivo de la celebración del X aniversario del motu proprio Ecclesia Dei adflicta. Quienes tuvimos el privilegio de verlo recordamos su diáfana, ascética y estilizada figura, que recordaba mucho la del gran Pío XII. De salud delicada en sus últimos años, ya no salía de su domicilio cerca de la Via della Conciliazione. En él recibía amablemente a sus esporádicos y ocasionales visitantes, que le recordaban con gratitud por todo lo que hizo por la causa de la misa. En noviembre del año pasado, Leo Darroch, presidente de la FIUV, en el curso de la XIX Asamblea Estatutaria, pudo aún acudir a cumplimentarlo y expresarle el reconocimiento de la Federación por su amistad constante y sincera. El cardenal agradeció mucho el gesto, ya que, como alguna vez admitió, la soledad de los ancianos príncipes de la Iglesia es muy grande.
Paul Augustin Mayer se ha extinguido hoy como una candela que en su día dio mucha luz a su alrededor. Sus restos mortales son velados en la Basílica de San Pedro, cerca de la cátedra a la que siempre fue fidelísimo. Sus exequias tendrán lugar el próximo lunes 3 de mayo, presididas por el cardenal Angelo Sodano, anterior secretario de Estado de Su Santidad. El Servicio Vaticano de Informaciones añade que el Papa en persona pronunciará la oración fúnebre y el responso final. Un gran bávaro que despide a otro gran bávaro… Que la Virgen Negra de Alttöting haya acogido el alma de este siervo fiel y el Señor, en su Misericordia, lo recompense con la vida eterna. Eminencia: ¡hasta la eternidad! Descanse en paz.
Vivat cum Christo servus fidelis ac prudens, Sacerdos magnus qui in diebus suis placuit Deo et in tempore iracundiae factus est reconciliatio.
ResponderEliminarSuscipiat te Christus qui vocavit te et in sinum Abrahae angeli deducant te.
Jose Vidal Floriach Pbr
Foi um grande Cardeal, esperando que esteja com Nosso Senhor...
ResponderEliminarAbraço,
olga
Buscaba en este sitio, la verdad acerca de los manejos, por asi llamarlos, de que se hacen con el ritual de la sagrada celebración eucaristica.
ResponderEliminarHe quedado verdaderamente sorprendido por los tantos abusos que se cometen en la celebracion de la Santa Misa, iunvocando la liturgia postconciliar en esta parte del Mundo, Sudamerica, acercando al pueblo de Dios, falta de piedad celebrativa, y permisivismo absoluto en cada uno de mis hermanos sacerdotes. Todo esto esto debe ser cosa común en los distintos ámbitos de las diocesis de latinoamerica. No creo ser demasiado exigente pedir que se respeten las determinaciones del Concilio en su verdadera emisión, y no la interpretación que cada uno quiera dar. Que el Divisno M;aestro, Primer Celebrante, perdone nuestras culpas.