viernes, 25 de septiembre de 2009

En memoria de Michael Davies (1936-2004)


Hoy hace cinco años, el 25 de septiembre de 2004, moría Michael Davies, presidente de la Federación Internacional UNA VOCE (FIUV) entre 1995 y 2003, a consecuencia de un repentino fallo cardíaco. Con él se fue uno de los mayores exponentes de la intelectualidad católica contemporánea, autor de numerosos libros que hoy son de referencia obligada para quien quiera conocer mejor la época conciliar y postconciliar, especialmente la Historia de la reforma litúrgica.

Michael Treharne Davies nació en Yeovile, condado de Somerset (Gran Bretaña), el 13 de marzo de 1936, siendo bautizado en la comunión anglicana. Era de origen galés por su padre y, aunque inglés de nacimiento y de origen por parte de madre, siempre se sintió un auténtico hijo del País de Gales, cuya lengua hablaba y cuyas historias y leyendas solía narrar en reuniones familiares y amicales. Era, además, hincha del equipo galés de rugby, deporte al que era muy aficionado.

Al terminar los estudios escolares se alistó en el regimiento de infantería ligera Príncipe Alberto de Somerset, en el que sirvió como soldado regular entre 1954 y 1960, participando en acciones durante las intervenciones del Reino Unido en Malasia (para reprimir la guerrilla comunista malaya), Egipto (durante la crisis de Suez) y Chipre (en tiempos de la campaña de la EOKA, organización nacionalista greco-chipriota). Fue en este período y bajo la influencia de los acontecimientos que le tocaron vivir cuando se convirtió al Catolicismo (1956).

Al regresar a Inglaterra cursó la carrera de magisterio y se casó. En 1962 se estableció con su esposa Maria en Newcastle upon Tyne, donde ella hacía sus prácticas de maestra (pues seguía la misma carrera) en el Colegio de las Hermanas del Sagrado Corazón, mientras él hacía lo propio en el Colegio Católico Santa Margarita de Twichenham, siendo promovido en 1964. Este mismo año empezó a trabajar en la Escuela Preparatoria St. Ignatius Loyola de Buckhurst Hill, donde permaneció hasta 1967, cuando entró a formar parte del profesorado de la Escuela Primaria St. Mary de Beckenham (Kent), en la que enseñó hasta 1994. Fueron treinta años de fecunda vida docente, formando a la juventud en los sólidos principios de la fe católica.

Por la misma época por la que Michael Davies comenzaba su dedicación al magisterio tuvo lugar el concilio Vaticano II (1962-1965), el cual suscitó en él un entusiasmo inicial, como en la mayoría de los católicos de entonces. Pero en 1972, en plena revolución postconciliar y a la vista de sus no muy halagüeños efectos, comenzó a analizar críticamente los documentos conciliares y las reformas que a ellos se reclamaban, especialmente la litúrgica. Como se sabe, la liturgia es determinante para la fe porque de la manera que se reza es como se cree.

Hay que decir que para un anglicano convertido al Catolicismo (como lo era Michael Davies), los cambios en la liturgia eran particularmente preocupantes, ya que parecía como si Roma en el siglo XX hubiera seguido los mismos pasos que dieron Lutero y Cranmer en el siglo XVI para cambiar el culto respectivamente en Alemania e Inglaterra y, con el culto, la fe. El estupor de Julien Green, también católico converso del protestantismo, al asistir por vez primera a una misa católica según el Novus Ordo de Pablo VI ilustra perfectamente lo que debían sentir Davies y muchos otros católicos como él. Cuenta el ilustre novelista cómo se volvió a su hermana y le espetó: “Entonces, ¿para qué nos convertimos?”, frase lapidaria y significativa donde las haya.

Fruto de sus concienzudas investigaciones y pacientes estudios fue su trilogía The Liturgical Revolution (La Revolución Litúrgica), que comprende tres libros ya clásicos en la materia: Cranmer’s Godly Order (El Orden Divino de Cranmer), Pope John’s Council (El Concilio del Papa Juan) y Pope Paul’s New Mass (La Misa del Papa Pablo). En el primero presenta las fases de la revolución luterana operada en Inglaterra por el arzobispo hereje Cranmer y que hizo del que había sido reino católico y feudatario del Papa un país protestante. En el segundo aborda el Vaticano II a partir de la teoría de las bombas de relojería: los del Concilio son textos de compromiso en los que se salva la ortodoxia, pero cuyo lenguaje encierra ciertas frases que darán pretexto más tarde para una interpretación revolucionaria y rupturista con la Tradición, como bombas de tiempo que se harían estallar oportunamente. El tercero es un exhaustivo estudio de la reforma de la misa llevada a cabo por el Consilium de Bugnini aunque en discordancia con el Concilium de Juan y Pablo.

Michael Davies entró en relación con la Latin Mass Society de Inglaterra y Gales (de la cual fue primero consiliario y más tarde vicepresidente) y con la Federación Internacional UNA VOCE (FIUV), convirtiéndose en estrecho colaborador de su presidente Eric de Saventhem, con el cual compartía ideales y puntos de vista. En cuanto a la cuestión de la misa, tanto uno como otro pretendían que, de acuerdo a lo establecido por el Vaticano II, el rito romano clásico gozara de “aequo iure atque honore” que el moderno, en razón de ser un rito “legítimamente reconocido en la Iglesia”. Sin perjuicio de su defensa y preferencia de la liturgia tradicional, se oponía a los que negaban radicalmente y por principio legitimidad y validez a la liturgia salida de la reforma. Su argumento era incontestable: no se puede admitir que la Iglesia haya privado durante décadas a sus hijos de los medios ordinarios de salvación como son la misa y los sacramentos imponiendo una liturgia inválida y seguir sosteniendo el dogma de su indefectibilidad (controversia con el Dr. Rama Coomaraswamy).

También siguió con interés la evolución del movimiento iniciado por Mons. Marcel Lefevbre, antiguo obispo misionero francés y arzobispo emérito asistente al solio, que había fundado en 1970 la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X (FSSPX), estableciendo un seminario internacional en la localidad suiza de Ecône, donde se formaban sacerdotes haciendo lo que llamaba el prelado “la experiencia de la Tradición”. Monseñor Lefebvre saltó a la primera plana de la actualidad en 1975, con motivo de la suspensión a divinis que pronunció contra él el papa Pablo VI y por la histórica “misa de Lille”, en la que la cuestión litúrgica se hizo pública dramáticamente. Muchas publicaciones lo atacaron, llamándolo “el arzobispo rebelde” y escribiendo inexactitudes y falsedades sobre él. Michael Davies dirigió una refutación al autor de un folleto muy injurioso contra el prelado. Al negarse aquél a rectificar, decidió publicar un extenso alegato, al que puso por título Apologia pro Marcel Lefebvre y que apareció en tres partes. Siempre le unió una relación de sincera estima con el fundador de la FSSPX.

En 1995 sucedió a Eric de Saventhem en la presidencia de la FIUV, lo que fue visto como un relevo natural, dado el perfecto entendimiento entre ambos, que habían trabajado juntos denodadamente para aprovechar los signos favorables a una normalización de la liturgia tradicional bajo el pontificado de Juan Pablo II y para que se cumpliera el motu proprio Ecclesia Dei adflicta de 1988. Esto último era tarea nada fácil ya que la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, después de la presidencia del cardenal Mayer, se había vuelto prácticamente inoperante, teniendo en su seno a oficiales poco o nada proclives a facilitar las cosas a los fieles afectos a la tradición litúrgica romana, e incluso algún antiguo miembro del Consilium y epígono de Mons. Bugnini.

En los ocho años de la presidencia de Michael Davies la FIUV experimentó un fuerte impulso que la comenzó a proyectar fuera del ámbito geográfico en la que se había movido desde su fundación debido a los condicionamientos históricos y sociales. Hasta entonces las distintas asociaciones funcionaban principalmente en países donde el contacto con el protestantismo o el laicismo había desarrollado un fino instinto de conservación en los católicos (Alemania, Reino Unido, Francia, Estados Unidos, el Norte de Europa) o donde éstos no se hallaban limitados por un catolicismo sociológico predominante (que hacía de la obediencia ciega al Papa un argumento para doblegar a los tradicionalistas). En este último caso se hallaba España, donde un primer intento de establecer UNA VOCE en los años setenta se diluyó en intereses puramente filológicos. Michael Davies se tomó un especial interés en que hubiera una representación española en la FIUV, patrocinando personalmente el ingreso en ella de ROMA AETERNA, a la que siempre dio muestras de una afectuosa deferencia.

En 1998 contribuyó decisivamente en la organización del X Aniversario del motu proprio Ecclesia Dei en Roma, entre cuyos fastos hay que mencionar dos actos especialmente importantes y que constituyen decisivos hitos en la historia de la recuperación de la liturgia romana clásica: la conferencia del entonces cardenal Joseph Ratzinger en el Hotel Ergife Palace y el pontifical celebrado por el cardenal Alfons Maria Stickler, gran amigo de la FIUV y de su presidente, en la iglesia jesuita de Sant’Ignazio. Este aniversario fue un marco muy propicio para que se conocieran y estrecharan lazos todos los movimientos, tanto clericales como laicos, vinculados a la Tradición. El presidente de la FIUV mantuvo siempre excelentes relaciones con Dom Gerard Calvet y el Barroux, el Instituto de Cristo Rey y la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro.

En la misma ocasión presentó Michael Davies al Santo Padre entonces reinante, una petición firmada por todas las asociaciones miembros de la FIUV y acompañada de un presente, para que celebrara él mismo una misa según el Misal Romano de 1962, lo que hubiera sido un verdadero espaldarazo para los católicos fieles a Roma que querían mantener los libros litúrgicos tradicionales (“justa aspiración” al decir de Juan Pablo II). Desgraciadamente, dicha petición, entregada a monseñor David Malloy, oficial de la Prefectura de la Casa Pontificia, no obtuvo contestación.

En septiembre del año 2000 fue recibido, a la cabeza de una delegación de la FIUV, por el cardenal Darío Castrillón Hoyos, a quien felicitó por su reciente nombramiento como presidente de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei y con quien entabló una relación que fue siempre cordialísima.

En 2002 le fue diagnosticado un cáncer terminal de próstata, que limitó sus actividades, hasta el punto que renunció a la reelección como presidente de la FIUV en la Asamblea General Estatutaria de 2003, siendo nombrado unánimemente Presidente de Honor. La enfermedad no le hizo perder su habitual buen humor y su conocida llaneza y excelente trato. Tampoco detuvo su labor como escritor. Siguió investigando y escribiendo sobre diversos temas que le interesaban: la cuestión litúrgica, la Revolución Francesa y la resistencia católica de la Vendée, las apariciones de Medjugorje (que le merecían un juicio desfavorable al detectar en ellas ciertas desviaciones poco concordes con la ortodoxia católica). En el momento de su muerte, se hallaba en plena tarea de actualizar uno de sus clásicos: Pope John’s Council, para lo cual contó con la ayuda de Leo Darroch. Una faceta desconocida de Michael Davies es su afición a la filatelia.

El 25 de septiembre de 2004 tuvo un ataque cardíaco fulminante, terminando así una vida fecunda al servicio de la causa católica. Grande fue la consternación de los suyos, que pensaban que el cáncer aún le daría la tregua de un año más. Al mes de su muerte, el 22 de octubre, tuvieron lugar sus funerales en la Iglesia de St. Mary en Crown Lane, Chislehust (Kent). Fueron oficiados según el rito romano clásico por un antiguo alumno suyo: el R.P. Martin Edwards, del clero diocesano de Soutwark, presidente de la Sociedad Sacerdotal de San Juan Fisher, organización defensora de la misa tradicional.

Funeral por Michael Davies en Chilehust (Kent)
el 22.X.2004 (ofició el P. Martin Edwards)

Michael Davies murió sin haber sido testigo (al menos en este mundo) de dos hechos que, sin duda, le hubieran procurado una granfelicidad: la elección del cardenal Ratinger al solio de Pedro y la publicación del motu proprio Summorum Pontificum. Siempre defendió al hoy papa Benedicto XVI contra sus detractores y en el motu proprio habría visto la coronación de una paciente labor a favor de la misa de siempre. Le sobrevivió su antecesor Eric de Saventhem, quien sí tuvo la alegría de ver a su compatriota entronizado como Romano Pontífice. El legado espiritual y humano de los dos primeros presidentes de la FIUV constituye un reto de fidelidad y perseverancia para ésta, que no olvida a tan eximios próceres.


(Datos proporcionados por Mr. Leo Darroch, actual presidente de la FIUV)

2 comentarios:

  1. A fine man. One of the best. He paved the way and wish he could be here today to see it all...

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  2. Estoy seguro que desde el cielo ha seguido intercediendo por la causa con tanto ahínco como lo hizo en este mundo

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