martes, 21 de abril de 2009

En el día conmemorativo de la Fundación de Roma, anno ab Vrbe condita MMDCCLXII


Pius Aeneas

Nace hoy, significativamente un 21 de abril, el blog de ROMA AETERNA, asociación cultural con sede en Barcelona y miembro desde 1997 de la FEDERACIÓN INTERNACIONAL UNA VOCE (FIUV), entidad seglar fundada en 1964 para el mantenimiento y la difusión en el mundo entero de la Liturgia Romana clásica en todas sus manifestaciones. Compartiendo y haciendo suyo este objetivo común y dedicando a su consecución sus principales esfuerzos, ROMA AETERNA se halla comprometida además en la recuperación y divulgación de la Cultura Clásica, haciendo especial hincapié en los valores de la romanidad, tanto la antigua como la cristiana. Roma, capital de reyes, cónsules, césares y papas, representa la fecunda conjunción de la Veterum sapientia (la sabiduría de los Antiguos) y el Evangelio, raíces irrenunciables de la civilización occidental. Por eso, en el emblema de ROMA AETERNA campean la loba capitolina (símbolo de la Roma profana) y la basílica de San Pedro (símbolo de la Roma sacra).

La fecha tradicional de la fundación de Roma, el 21 de abril del año 753 antes de Jesucristo, fue fijada por el escritor Varrón, contemporáneo de Julio César, sobre los cálculos del astrónomo Lucio Taruncio. Hoy en día, los historiadores suelen considerarla como un dato puramente convencional y relegan los hechos recordados por la efeméride al dominio de lo legendario. Sin embargo, no deberíamos desechar sin más el relato que nos han legado los antiguos por un prurito de exactitud científica. En pleno auge del positivismo decimonónico nadie creía en la existencia real de Troya hasta que Heinrich Schliemann, con los Poemas Homéricos como guía, descubrió sus ruinas. Por otra parte, los mitos de los distintos pueblos –sobre todo los de carácter fundacional– son explicaciones válidas de su identidad. No hay que buscar en ellos el rigor de los datos puramente externos, sino el sentido último e íntimo que encierran, ya que son en cierta forma las expresiones del inconsciente colectivo.

Pius Romulus

Según la tradición, Rómulo, hijo de Marte como su hermano Remo (ambos habidos en Rea Silvia, hija del Rey de Alba, y, por lo tanto descendientes del héroe troyano Eneas), echó los fundamentos de la Vrbs Quadrata junto al monte Palatino siguiendo los ritos prescritos en la Antigüedad, esto es, excavando alrededor un foso consagrado al dios Término (Remo, por cierto, encontró la muerte al traspasar sacrílegamente dicho límite). Es sumamente sugestiva la genealogía atribuida a Rómulo y a su hermano, que nos remite a la Guerra de Troya. Ésta, de acuerdo con Homero, no se decidió a favor de los Aqueos (griegos) hasta que no se pusieron de acuerdo los dioses olímpicos. Afrodita cedió ante las exigencias vengativas que Hera y Atenea elevaban a Zeus a cambio de salvar a su hijo Eneas, el cual, seguido de un puñado de prófugos, logró librarse de la ruina de la ciudad fundada por Dárdano. Virgilio relató las peripecias sin cuento –incluida la estancia en la Cartago de la reina Dido– del príncipe y de sus acompañantes antes de llegar a las costas tirrenas, donde se asentaron gracias a la hospitalidad del rey Latino. En dicho territorio fundó Eneas las ciudades de Lavinium y Alba Longa, esta última antecesora directa de Roma, que acabó siendo la señora imperante en el mundo antiguo, incluida Grecia (con lo que la verdadera triunfadora de la Guerra cantada por el vate ciego de Quíos, fue en definitiva Troya).

Gracias al mito, pues, aparece Roma como heredera del Oriente. Troya, en efecto, era considerada asiática por los griegos y, de hecho, su posición geográfica estratégica –a la entrada del Helesponto (hoy Estrecho de los Dardanelos)– la hacía un punto importantísimo y decisivo de confluencia de las rutas del Oriente y el Occidente con todo lo que ello implica de intercambios entre los pueblos. Por otra parte (y es otra enseñanza del mito), Roma fue la vengadora de Troya conquistando a Grecia, de la cual recibiría el ingente acervo cultural y artístico que asimiló y difundió por doquiera fue con sus legiones. A ella, en fin, fue a desembocar la corriente de la civilización que brotara en Sumeria y Acadia, pasando por Asiria y Babilonia, por Media y Persia y que atravesó el Egeo para confluir con el mundo del Nilo; por eso, Roma fue considerada la “civitas” por excelencia. Señora y maestra de los pueblos, fue la “caput mundi” y su obra prepararía al mundo para el advenimiento de Jesucristo. La Iglesia por Él fundada se estableció también en la capital del Imperio, lo que a la larga contribuyó a la rápida difusión del Evangelio. Tras un inicial período de hostilidad hacia la nueva religión, se produjo finalmente la conciliación de Roma con ella, naciendo así la Cristiandad, nombre con el que sería conocida durante muchos siglos la que hoy es Europa (y que, sin embargo, se atreve a no reconocer y hasta a renegar de sus inconfundibles e irrenunciables raíces).


STAT CRVX DVM VOLVITVR ORBIS


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